Hace años que no
hablo de este tema en ningún sitio, pero me ha parecido útil e
interesante retomarlo, en vista de experiencias que otros escritores
y yo hemos tenido últimamente.
La edición
participada por el autor, coedición, edición condicionada a la
venta de x ejemplares ―como veis, hay diversos nombres para el "yo
te publico si tú me pagas"― ha existido de toda la vida, pero
se ha hecho más patente en los últimos años al abrigo de la
crisis.
Conozco editores que
van de cara y, en lugar de dorarte la píldora o alegrarte el oído
con halagos falsos, reconocen la verdad, que su editorial no tiene
los medios o la repercusión para editar a coste cero ―para el
autor― a escritores que no tienen ya cierto renombre. Por
desgracia, también están los que te harán creer que eres el nuevo
Eduardo Mendoza, Arturo Pérez-Reverte, Ken Follet ―sustitúyase
por cualquier autor conocido por todo el mundo―
para luego soltarte un rollo sobre que en los tiempos que corren es
imposible publicar sin que el autor participe de la edición, a menos
que seas uno de los mencionados.
Como ya he explicado
otras veces en el pasado, esto es un arma de doble filo, y una verdad
a medias. Cuando el editor se deshace en halagos hacia un manuscrito
sobre el que está emitiendo un informe de lectura ―y esto es real
porque lo he vivido― en dos semanas, la media verdad se convierte
en mentira completa.
Algunos habréis
leído ―y si no, ya estáis tardando― mi última novela, titulada
"El año de la hortaliza" (Luhu 2014). Pues bien, yo soy
consciente de lo que soy capaz de hacer y de mis limitaciones, y eso
me permitió, hace ya unos años, rechazar una oferta de publicación
de esa novela, de una editorial, ya desaparecida, que se deshacía en
halagos hacia mi persona y esa obra en concreto.
Yo había enviado un
resumen, junto con mi entonces escaso curriculum literario ―finalista
en dos premios literarios y todavía sin obra alguna publicada― y
el manuscrito completo a la mencionada editorial. Dos semanas más
tarde, como si alguien tuviera en su ordenador una alerta para
responder a cada escritor justo 14 días después de la primera toma
de contacto, me llegó la oferta de edición, en forma de ―oh,
sorpresa― presupuesto de 1200 euros. Hasta aquí, me habría
parecido algo más o menos normal. Se comprometían a editar 200
ejemplares y hacer una presentación, además de que mi obra entraría
en su red de distribución. Valga decir que en todos los años que
llevo visitando librerías después de conocer la editorial, sólo
una vez vi un libro suyo en una, lo que me lleva a pensar que fue el
propio autor quien lo llevó debajo del brazo y habló con el
librero.
Todo esto lo puedo
conseguir en una imprenta de mi barrio, pero ellos también
tramitarían el ISBN ―que entonces ya era de pago―, el depósito
legal y el diseño de la portada. No esperaba por ese precio más
corrección del texto que la que yo ya había hecho, pero el libro
quedaría publicado.
Al margen de que no
me interesaba pagar 1200 euros por publicar, ¿qué fue lo que me
llevó a rechazar tan "generosa" oferta? Nada más y nada
menos que la desfachatez de quien me escribió. Como ya he
mencionado, se deshacía en elogios hacía la obra y mi persona, y
tenía los santos bemoles ―por no usar otra palabra― de comparar
mi estilo con el de Eduardo Mendoza, el cual, no mucho tiempo
después, ganaría el premio Planeta de novela. ¿De verdad pensaban
que me iba a creer sus "cantos de sirena" y halagos vacíos,
cuando habían tardado sólo dos semanas en responder a mi propuesta?
Cualquier editorial
que tenga en su web una dirección de email es susceptible de recibir
a la semana decenas de propuestas, cientos y miles al mes, y nadie,
ni aquellos que más grande tienen el departamento de lectura, puede
responder de manera seria a una propuesta en sólo 14 días. Como
norma general, el que te conteste en sólo dos semanas seguramente
incluirá una oferta económica. En algunos casos viene en forma de
presupuesto puro y duro, como este caso mío que comento, mientras
que en otros lo enmascaran en forma de exigencia de un cierto número
de libros vendidos en la presentación. Ellos te proponen vender 100
libros en la presentación y una semana después de ésta. Una vez
pasado ese tiempo, tendrás que comprarles, a veces con descuento, a
veces a PVP, los ejemplares que no hayas logrado vender. ¿Qué
significa eso? Que, salvo que tengas 100 personas, entre amigos,
conocidos y familiares, que te compren el libro en la presentación,
te quedarás con unas cuantas cajas de libros con los que no sabrás
qué hacer.
Quien haya estado en
presentaciones o participado en ellas, sabe que ya es un triunfo,
salvo, quizás, en grandes ciudades, juntar a 20 ó 30 personas.
Teniendo esto en cuenta, ¿de verdad vas a vender 100 libros en tu
primera presentación? Los que sí lograrán juntar alrededor de 100
personas en una presentación serán los autores consagrados, esos
que no necesitan pagar por publicar y que pueden vender su última
obra sin ni siquiera organizar una presentación. Son del tipo de
novelas que se venden tras el consabido "¿Tienen lo último
de...?”. Sus novelas se venden solas, no como las tuyas cuando no
te conoce nadie.
El caso es que
últimamente veo un incremento de esta tendencia, incluso en
editoriales que antes no cobraban nada a sus autores, ni a los
consagrados ni a los conocidos. He llegado a ver a algunos que cantan
las alabanzas de este modo de publicación, incluso asegurando que es
la única manera de conseguir ver tu obra publicada. Es la más
sencilla ―para aquel que tenga el dinero y no le duela mucho
gastarlo― pero ni de lejos es la única. En mi caso tocan en hueso,
porque, con dos novelas ya publicadas a mis espaldas, ya hace tiempo
que superé esa fase de "quiero ver una novela mía publicada en
papel a toda costa". Juegan con ese sentimiento que todo
escritor tiene en sus inicios, sobre todo cuando acaba su primera
gran obra.
Como en otras
ocasiones, no daré nombres, por no perjudicar a quienes, conscientes
de lo que supone, hayan decidido pagar por publicar con las
editoriales que alguna vez me han hecho ofertas de este tipo, pero
nunca está de más recordar estas prácticas y, sobre todo, tener
presente que debemos mantener los pies en la tierra. Si tú sabes que
no eres Eduardo Mendoza ―o cualquier otro autor de renombre con el
que te comparen― tienes el criterio necesario para hacer caso omiso
de los halagos interesados. Además, si eres tan buen escritor y
pueden utilizar como argumento a favor en tu promoción que escribes
tan bien como tal o cual autor famoso, ¿por qué tienes que pagar
por publicar? ¿Acaso no se creen sus propias palabras? Probablemente
la respuesta a la segunda pregunta sea un rotundo no.
Sigo pensando, como
hace años, que toda buena obra y todo buen autor acaban teniendo su
lugar. Aunque el camino no será igual en todos lo casos, sí hay una
clave invariable: la perseverancia. Si hoy logras acceder a una
editorial cuya distribución llegue a una media de, por ejemplo,
quince librerías en toda España, eso es posible que te dé la
visibilidad suficiente para, el día de mañana, acceder a publicar
con otra que llegue al doble o triple de puntos de venta. Hay que
procurar dar un paso más grande en cada etapa del proceso, siempre y
cuando el objetivo de éste sea ―como es el caso de muchos
escritores― dedicarse a la literatura profesionalmente. Si tu
objetivo es tener en papel esa obra a la que tanto quieres y te da
igual vender o no, entonces, busca una imprenta de confianza y llega
a un acuerdo con ellos. Ni siquiera entonces te merece la pena acudir
a una de estas editoriales que cobran, porque puedes tener los 200
ejemplares por menos de 1200 euros, y en ese caso es muy probable
que, para regalar a amigos y familiares, te baste con 30 ó 40.