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martes, 20 de enero de 2015

¿Me juras, de verdad de la buena, que tengo que pagar para poder publicar?

Hace años que no hablo de este tema en ningún sitio, pero me ha parecido útil e interesante retomarlo, en vista de experiencias que otros escritores y yo hemos tenido últimamente.

La edición participada por el autor, coedición, edición condicionada a la venta de x ejemplares ―como veis, hay diversos nombres para el "yo te publico si tú me pagas"― ha existido de toda la vida, pero se ha hecho más patente en los últimos años al abrigo de la crisis.

Conozco editores que van de cara y, en lugar de dorarte la píldora o alegrarte el oído con halagos falsos, reconocen la verdad, que su editorial no tiene los medios o la repercusión para editar a coste cero ―para el autor― a escritores que no tienen ya cierto renombre. Por desgracia, también están los que te harán creer que eres el nuevo Eduardo Mendoza, Arturo Pérez-Reverte, Ken Follet sustitúyase por cualquier autor conocido por todo el mundo para luego soltarte un rollo sobre que en los tiempos que corren es imposible publicar sin que el autor participe de la edición, a menos que seas uno de los mencionados.

Como ya he explicado otras veces en el pasado, esto es un arma de doble filo, y una verdad a medias. Cuando el editor se deshace en halagos hacia un manuscrito sobre el que está emitiendo un informe de lectura ―y esto es real porque lo he vivido― en dos semanas, la media verdad se convierte en mentira completa.

Algunos habréis leído ―y si no, ya estáis tardando― mi última novela, titulada "El año de la hortaliza" (Luhu 2014). Pues bien, yo soy consciente de lo que soy capaz de hacer y de mis limitaciones, y eso me permitió, hace ya unos años, rechazar una oferta de publicación de esa novela, de una editorial, ya desaparecida, que se deshacía en halagos hacia mi persona y esa obra en concreto.

Yo había enviado un resumen, junto con mi entonces escaso curriculum literario ―finalista en dos premios literarios y todavía sin obra alguna publicada― y el manuscrito completo a la mencionada editorial. Dos semanas más tarde, como si alguien tuviera en su ordenador una alerta para responder a cada escritor justo 14 días después de la primera toma de contacto, me llegó la oferta de edición, en forma de ―oh, sorpresa― presupuesto de 1200 euros. Hasta aquí, me habría parecido algo más o menos normal. Se comprometían a editar 200 ejemplares y hacer una presentación, además de que mi obra entraría en su red de distribución. Valga decir que en todos los años que llevo visitando librerías después de conocer la editorial, sólo una vez vi un libro suyo en una, lo que me lleva a pensar que fue el propio autor quien lo llevó debajo del brazo y habló con el librero.

Todo esto lo puedo conseguir en una imprenta de mi barrio, pero ellos también tramitarían el ISBN ―que entonces ya era de pago―, el depósito legal y el diseño de la portada. No esperaba por ese precio más corrección del texto que la que yo ya había hecho, pero el libro quedaría publicado.

Al margen de que no me interesaba pagar 1200 euros por publicar, ¿qué fue lo que me llevó a rechazar tan "generosa" oferta? Nada más y nada menos que la desfachatez de quien me escribió. Como ya he mencionado, se deshacía en elogios hacía la obra y mi persona, y tenía los santos bemoles ―por no usar otra palabra― de comparar mi estilo con el de Eduardo Mendoza, el cual, no mucho tiempo después, ganaría el premio Planeta de novela. ¿De verdad pensaban que me iba a creer sus "cantos de sirena" y halagos vacíos, cuando habían tardado sólo dos semanas en responder a mi propuesta?

Cualquier editorial que tenga en su web una dirección de email es susceptible de recibir a la semana decenas de propuestas, cientos y miles al mes, y nadie, ni aquellos que más grande tienen el departamento de lectura, puede responder de manera seria a una propuesta en sólo 14 días. Como norma general, el que te conteste en sólo dos semanas seguramente incluirá una oferta económica. En algunos casos viene en forma de presupuesto puro y duro, como este caso mío que comento, mientras que en otros lo enmascaran en forma de exigencia de un cierto número de libros vendidos en la presentación. Ellos te proponen vender 100 libros en la presentación y una semana después de ésta. Una vez pasado ese tiempo, tendrás que comprarles, a veces con descuento, a veces a PVP, los ejemplares que no hayas logrado vender. ¿Qué significa eso? Que, salvo que tengas 100 personas, entre amigos, conocidos y familiares, que te compren el libro en la presentación, te quedarás con unas cuantas cajas de libros con los que no sabrás qué hacer.

Quien haya estado en presentaciones o participado en ellas, sabe que ya es un triunfo, salvo, quizás, en grandes ciudades, juntar a 20 ó 30 personas. Teniendo esto en cuenta, ¿de verdad vas a vender 100 libros en tu primera presentación? Los que sí lograrán juntar alrededor de 100 personas en una presentación serán los autores consagrados, esos que no necesitan pagar por publicar y que pueden vender su última obra sin ni siquiera organizar una presentación. Son del tipo de novelas que se venden tras el consabido "¿Tienen lo último de...?”. Sus novelas se venden solas, no como las tuyas cuando no te conoce nadie.

El caso es que últimamente veo un incremento de esta tendencia, incluso en editoriales que antes no cobraban nada a sus autores, ni a los consagrados ni a los conocidos. He llegado a ver a algunos que cantan las alabanzas de este modo de publicación, incluso asegurando que es la única manera de conseguir ver tu obra publicada. Es la más sencilla ―para aquel que tenga el dinero y no le duela mucho gastarlo― pero ni de lejos es la única. En mi caso tocan en hueso, porque, con dos novelas ya publicadas a mis espaldas, ya hace tiempo que superé esa fase de "quiero ver una novela mía publicada en papel a toda costa". Juegan con ese sentimiento que todo escritor tiene en sus inicios, sobre todo cuando acaba su primera gran obra.

Como en otras ocasiones, no daré nombres, por no perjudicar a quienes, conscientes de lo que supone, hayan decidido pagar por publicar con las editoriales que alguna vez me han hecho ofertas de este tipo, pero nunca está de más recordar estas prácticas y, sobre todo, tener presente que debemos mantener los pies en la tierra. Si tú sabes que no eres Eduardo Mendoza ―o cualquier otro autor de renombre con el que te comparen― tienes el criterio necesario para hacer caso omiso de los halagos interesados. Además, si eres tan buen escritor y pueden utilizar como argumento a favor en tu promoción que escribes tan bien como tal o cual autor famoso, ¿por qué tienes que pagar por publicar? ¿Acaso no se creen sus propias palabras? Probablemente la respuesta a la segunda pregunta sea un rotundo no.

Sigo pensando, como hace años, que toda buena obra y todo buen autor acaban teniendo su lugar. Aunque el camino no será igual en todos lo casos, sí hay una clave invariable: la perseverancia. Si hoy logras acceder a una editorial cuya distribución llegue a una media de, por ejemplo, quince librerías en toda España, eso es posible que te dé la visibilidad suficiente para, el día de mañana, acceder a publicar con otra que llegue al doble o triple de puntos de venta. Hay que procurar dar un paso más grande en cada etapa del proceso, siempre y cuando el objetivo de éste sea ―como es el caso de muchos escritores― dedicarse a la literatura profesionalmente. Si tu objetivo es tener en papel esa obra a la que tanto quieres y te da igual vender o no, entonces, busca una imprenta de confianza y llega a un acuerdo con ellos. Ni siquiera entonces te merece la pena acudir a una de estas editoriales que cobran, porque puedes tener los 200 ejemplares por menos de 1200 euros, y en ese caso es muy probable que, para regalar a amigos y familiares, te baste con 30 ó 40.